Triumph Street Twin «Desayuno inglés»

Se trata de la siguiente generación de Bonneville, una moto con la que los ingleses han sentado las bases de lo que es una clásica moderna, que nació en los 60 y desde entonces ha ido fraguando su leyenda e incluso marcando una tendencia. Para esta temporada la marca ha traído tres nuevas “modern classics” que suponen una revolución con respecto a los anteriores modelos y que forman la nueva gama Bonneville. La nueva familia está formada por las Thruxton, la Bonneville T120 y la Street Twin. Esta última supone la puerta de acceso a la gama por precio y prestaciones.

Mirar antes de usar

Muchas de las motos de última generación tienen complejos sistemas de gestión, ayudas electrónicas y modernos gadgets que te obligan a pasar por ese “leer el manual antes de usar”. En este caso lo que hay hacer antes de arrancar es mirarla. El nuevo depósito fue uno de los puntos que llamó la atención, ya para los preparadores es un elemento clave en el diseño de la moto. En la Street Twin es más corto que en las anteriores Bonneville y más pequeño, lo que le da un toque más moderno pero sin romper con su esencia. Para los que les surja la duda, tiene un consumo más bajo lo que compensa su menor capacidad. Las aletas son más cortas y con ellas su figura se vuelve más esbelta, mientras que los escapes han abandonado su estilo “peashooter” y son también más cortos y agresivos. Algo ya casi obligatorio es la adopción de refrigeración líquida, sto implica instalar un radiador que rompe la línea de este tipo de motos, pero en Triumph han conseguido disimular perfectamente el sistema en la parte delantera del motor. Buen trabajo.

 De paseo

Se nota mucho más actual por la instrumentación y los puños, pero se respira el olor a “Bonnie”. Hay cosas que no cambian y podían haberlo hecho, como el tiempo que hay que esperar desde que pones el contacto hasta que te permite arrancar el motor. Si vas a atracar un banco es mejor que la dejes arrancada en la puerta… En mi caso no tenía tanta prisa, así que pude ver cómo hacía el chequeo y después, “voila!”, escuchar el sonido del nuevo bicilíndrico en línea.

Al tener un poco más de cilindrada, escapes más cortos y un calado diferente del cigüenal, el tono que emite el motor ha cambiado. Ahora es más grave y un poco más potente, pero sigue siendo muy contenido, de modo que nadie te va a mirar mal cuando la arrancas. Pongo el contacto y navego por la información con el pulsador que hay del lado izquierdo, hasta llegar al reloj mientras aparecen los parciales, los consumos y la autonomía. Todo está muy bien organizado en la pequeña pantalla digital de la instrumentación, sólo se falta que tenga memoria para no tener que volver a la información que dejaste seleccionada. En cualquier caso, el salto ha sido grande con respecto a la generación anterior, ya que hay indicador de marcha engranada y nivel de combustible.

Acostumbrado a las Bonneville de la generación anterior en esta te sientes diferente, no por lo que transmite, sino porque estás más cerca de la dirección, en una posición muy natural. Es fácil llegar al suelo con los dos pies, gracias a que el asiento está bajo y además bien diseñado. Así que después de los preparativos habituales salgo para ver cómo se mueve en el tráfico.

 Acierto

Lo primero que me llama la atención es el tacto del motor. Los bicilíndricos en línea no son tan “rudos” como los que están dispuestos en “V” pero pueden tener también sus vibraciones. En la Street Twin, con el cigüenal calado a 270º, las vibraciones llegan solo de forma de un agradable pulso que te recuerda que está viva. Salgo de los primeros semáforos midiéndole el tacto al nuevo acelerador electrónico, que parece que va a tardar en responder en el primer instante, pero que luego no lo hace y está muy bien gestionado. Busco las revoluciones en la instrumentación para ver dónde se está moviendo el motor y no las encuentro, pero dos calles después me doy cuenta de que no hacen falta. El motor está muy lleno en bajos y medios, así que utilizo su elasticidad y marchas largas para moverme con mucha fluidez entre los coches. Da gusto ir a medio régimen, transmite y al mismo tiempo funciona como un reloj. Las relaciones de cambio; cinco, son largas y eso también marca su carácter desahogado.

Los cambios apenas requieren esfuerzo para ser accionados, de modo que en un pestañeo he recorrido cinco kilómetros de callejeo y tráfico intenso. Influye que es muy neutra de reacciones y más ligera que la Bonneville anterior, siete kilos con todos los llenos, que no son pocos. La dirección gira mucho y se mueve bien a baja velocidad, y como además llegas bien al suelo siempre tienes el control de sus reacciones.

Lo que tienen a su favor las clásicas modernas es que la combinación de esos dos mundos te permite tener una moto bonita que se comporta bien dinámicamente, como le pasa a esta Triumph. La parte ciclo no tiene grandes alardes técnicos, pero cumple con equilibrio en todos los campos. Las suspensiones mantienen estable a la Street, si bien son un poco secas cuando encuentras muchos baches en tu camino. Es ágil en curva y muy fácil de llevar y le potente con sus 53 hp.

Sorpresas

Cuando tienes el concepto de la moto en su esencia o del cafe racer en la mente te olvidas de cosas que en otras motos buscas enseguida, como el ABS y especialmente el control de tracción. El sistema está logrado y te evita los sustos propios de su conducción, aunque no es fácil hacerlo actuar ya que el motor tiene una enorme tracción. Ya puestos a aprovechar las condiciones deslizantes pruebo también el ABS, que es parte del equipamiento de serie, y tampoco tiene crítica. Se notan sus pulsos, pero supone un extra en seguridad que ya está asociado a cualquier moto.

Los frenos siguen siendo sencillos pero tampoco llegas a echar de menos mayor potencia en una montura de su concepto. Así que la sensación de seguridad que te transmite, ya sea en una adherente carretera o en un suelo adoquinado, es muy alta. El caso es que el día se ha pasado volando ha habido tiempo para contemplar y recrearse en las líneas clásicas, para moverse con facilidad por la ciudad, para vacilar en los semáforos y para disfrutar de la conducción en carretera.

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