Todo empieza con una llamada de teléfono: ”Niño, te vas de ruta con los de Yamaha. Sales desde Barcelona y vas hasta Biarritz a la concentración Wheels and Waves. Te mando los tickets de avión, el miércoles tienes que estar allí a las 9:30. Ciao loco”. Después, sólo oí ese ruido tan desagradable diciéndote que no hay nadie escuchándote sino “tu, tu, tu, tu…” ¡Maldita sea! pensé con el teléfono pegado a la oreja, no he ido a una concentración en mi vida y ahora no sólo tengo que ir sino que además tengo que contarla.

Manos a la obra

Allí estaba yo el miércoles, junto a otros colegas de prensa, puntualidad británica, esperando a que llegara el grupo de ingleses, ¡vaya ironía!. Haciendo tiempo, me entero de que en la ruta, que va a durar dos días, vienen con nosotros dos de las personas con más prestigio en esto de las customizaciones, Shinya Kimura, un japonés afincado en Las Vegas, con una amplia trayectoria como constructor. Él mismo, en este evento va a presentar, entre “ola y ola”, cuando lleguemos a Biarritz a “the faster son”, su hijo más rápido. Pero de momento, para la ruta, llevará una XJR 1300 Racer.

El otro es Anthony Pridge, un inglés crecido en Canadá, auténtico loco de las motos y una de las cabezas visibles de Matt Black. El concepto de las motos que fabrica o transforma Anthony está basado en la funcionalidad. “Para qué carajos quieres una moto muy linda, muy futurista y muy lo que quieras, si luego no la puedes conducir porque no frena, no gira y es súper incómoda ¡No me jodas!“ Me dice en un español casi perfecto con acento malagueño mientras miramos su “Playa del Rey”, la última de las Yamaha que han nacido bajo el proyecto Yard Built. 

Esto pinta bien, no es sólo postureo. De Yamaha viene Shun Miyazawa a la cabeza, el responsable del proyecto a los mandos de una XV 950 con algunas piezas especiales, Adam y Andreu, de comunicación y marketing con sendas XJR 1300 y la chica, novia, mujer, secretaria, jefa de prensa de Kimura san, Awu, a los mandos de una SR 400. El resto de periodistas, tanto británicos como españoles, todos con XJR 1300 normal o la versión Racer, a excepción de Steve Hunt, de MCN que trajo una preciosa XV 950 modificada por él mismo. 

Acoplados

El Wheels and Waves es la excusa perfecta para realizar la ruta que separa la sede de Yamaha, en Barcelona, de Biarritz, la ciudad francesa que acoge el evento por quinto año consecutivo. Nos ponemos en marcha, a mi me ha tocado una Racer y ya sabía yo que ese manubrio bajo no le iba a gustar a mis aplastadas vértebras. Tras la primera parada, hablando con Sebas (nuestro fotógrafo), me dice que la postura tan erguida de la XJR normal no le gusta nada, así que intercambiamos las motos y cuando paramos para comer 200 Km más tarde, los dos tenemos una gran sonrisa y es que ya sabes, para gustos, los colores. 

Tras casi 800 Km de ruta, al segundo día llegamos a Biarritz. Todo ha transcurrido sin problemas, las XJR se han portado de maravilla. El “motorzaso” de 1,250 cc proporciona un par impresionante que te permite ir en quinta todo el camino, si quieres, claro y es tan suave como un gato de angora, ideal para rodar con el asfalto empapado, pero también sabe sacar las uñas y arañar cuando hace falta.

Hemos disfrutado del recorrido a pesar de la manta de agua que nos ha caído en más de una ocasión, pero sobre todo ha sido una pasada rodar junto al loco Anthony y su Playa del Rey ¡Pilota como si no hubiera un mañana! Kimura San, antaño piloto de dirt track, no sacó a relucir su vena racing, pues iba a ritmo de su amiguita con la SR 400. Otro que disfrutó de lo lindo fue Shun, quien me decía sin parar de sonreir: “llevo mucho tiempo viviendo en Holanda y allí no hay curvas, esto es el paraíso”. 

No Shun, el paraíso estaba en el Village, en la Cite de l’Ocean, un espacio junto al mar donde se concentraron los mejores constructores, preparadores y artistas a nivel mundial dentro del custom. 

Actividades

El programa del evento era completito. Al llegar fuimos a la galería de arte donde Kimura presentó su última creación, en una nave repleta de motos increíbles, pinturas, esculturas y objetos variopintos. 

El viernes se disputó una carrera de aceleración en cuesta en Jaizkibel, una montaña desde la que se divisa toda Hondarribia y parte del extranjero. Lo más atractivo del tema es que participantes y público van en moto hasta la montaña en un recorrido de unos 40 km por la costa y atravesando pueblos. Todo un espectáculo. En el parque cerrado, es donde se concentra toda la peña, con una comida como dios manda, cerveza, sidra y otras bellezas. 

Una vez comidos y bebidos, los pilotos no, claro, es el momento de ocupar la pradera a lo largo del recorrido de la carrera a modo TT. Hay tiempo de sobra para echar una cabezada antes de que el tema arranque y así bajar el nivel de alcohol en sangre. Para cuando todo ha acabado, si te hicieran soplar, el policía de turno sólo vería “0,0”, mientras bajas al centro de Hondarribia para la entrega de premios y posterior concierto, rollo rockabilly. 

Aprovechamos para tomar un vino tinto con moderación, pues tenemos que volver a Biarritz. ¡Es impresionante lo cerca que están y que no se les haya pegado nada de la cocina Vasca! Sigue la fiesta, para el que quiera, acompañada de lloviznas que propician la confraternización debajo de las lonas de los expositores y aunque todavía queda la ruta del día siguiente, ya estoy pensando en la edición del próximo año.

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